como literata no me dedico a hacer teoría. no me dedico a inventar objetos maravillosos jamás hechos. no me dedico a acuñar cosas. no me dedico a trazar genealogías ni hacer nexos discursivos más allá de lo que me enseña un texto. no me dedico a tocar el todo. no me dedico a agotar un tema. no me dedico a hablar por todas las voces. no me dedico a decir palabras absolutas. no me dedico a hallar un hilo negro. no me dedico a hacer categorías. a crear generaciones. no me dedico a decir cuál es el original y cuál es la copia. cuál vino primero. cuál después. no me dedico a atribuirme autorías de palabras.
mi trabajo es mucho más limitado. me dedico a permitir formas de lectura. a utilizar distintos lentes en un mismo texto. anteojos. a saber que las lecturas son inagotables. sin importar cuántas veces hayan sido leídas. analizadas. odiadas. amadas. reescritas. a tener la humildad de saber que otra lectura puede nublar la mía. la humildad de saber que lo que hago no es original ni nuevo. saber que lo que hago es un trabajo aislado, pero invariablemente hyper-vinculativo. que no soy la única voz, ni lo seré jamás.
me dedico a detenerme en cada palabra. en el esqueleto de oraciones enteras. en cada conjunción. repetición. omisión. errata. encuentro. desencuentro. en cada olvido de algo. y su recirculación. en figuras autoriales. o en textos vueltos huérfanos.
me dedico a leer un mismo libro, hasta el fin de mis días, y quizá jamás entenderlo.